ESQUINA FINANCIERA
La suma de la colecta durante las Misas del domingo pasado fue $6,274 Recibimos $5,125 a través de WeShare para un total de $11,399. Gracias por dar tan generosamente a nuestra colección regular.
Queridos Feligreses y Amigos;
Hay tantas distracciones en nuestra sociedad que intentan hacernos creer que nuestro valor proviene de lo que podemos hacer o, como tantos anuncios nos dicen, de lo que poseemos. Cuán importante es hacer un esfuerzo consciente a veces para resistir ese enfoque de cómo pensamos sobre nosotros mismos y cómo nos vemos. El valor de cada persona humana proviene de quienes somos: creados a imagen de Dios. Recientemente me encontré con una cita profunda tomada de un trabajo más amplio de la filósofa y teóloga católica Alice von Hildebrand: “Los complejos de inferioridad (tan de moda hoy en día) surgen principalmente porque hacemos una comparación poco saludable entre los logros de otra persona y de nosotros mismos. ¿Pero qué poca atención se le presta al ser de la persona, su amabilidad, generosidad, humildad, paciencia? Cuanto menos nos respetemos como personas hechas a la imagen de Dios, más nos llevaremos a identificarnos con nuestro rol social, nuestro trabajo, nuestros logros, reales o imaginarios. Nos llevan a creer que el éxito en la vida radica principalmente en nuestra capacidad de aportar credenciales y, sin embargo, quién soñaría con decirle a otra persona: "Te amo porque eres la secretaria más eficiente que he conocido en mi vida" o porque "usted es el maestro que mejor organiza su material". El amor no tiene que ver con los logros de una persona, es una respuesta al ser de una persona, es por eso que una típica palabra de amor es decir: "Te amo, porque eres como eres”. Antes de decir o hacer algo en la vida, ya estamos en relación con Dios y Dios ya está diciendo "Te amo". Esta es la base del valor y la dignidad de cada persona humana; Esta es la fuente de nuestra alegría y paz. ¡Dios los bendiga!
Padre David Nolan.
DOMINGO 3º DEL T. ORDINARIO C. A
Cuando Jesús se entera de que el Bautista ha sido encarcelado, abandona su aldea de Nazaret y marcha a la ribera del lago de Galilea para comenzar su misión. Su primera intervención no tiene nada de espectacular. No realiza un prodigio. Sencillamente, llama a unos pescadores que responden inmediatamente a su voz: "Síganme".
Así comienza el movimiento de seguidores de Jesús. Aquí está el germen humilde de lo que un día será su Iglesia. Aquí se nos manifiesta por vez primera la relación que ha de mantenerse siempre viva entre Jesús y quienes creen en él. El cristianismo es, antes que nada, seguimiento a Jesucristo.
Esto significa que la fe cristiana no es sólo adhesión doctrinal, sino conducta y vida marcada por nuestra vinculación a Jesús. Creer en Jesucristo es vivir su estilo de vida, animados por su Espíritu, colaborando en su proyecto del reino de Dios y cargando con su cruz para compartir su resurrección.
Nuestra tentación es siempre querer ser cristianos sin seguir a Jesús, reduciendo nuestra fe a una afirmación dogmática o a un culto a Jesús como Señor e Hijo de Dios. Sin embargo, el criterio para verificar si creemos en Jesús como Hijo encarnado de Dios es comprobar si le seguimos sólo a él.
La adhesión a Jesús no consiste sólo en admirarlo como hombre ni en adorarlo como Dios. Quien lo admira o lo adora, quedándose personalmente fuera, sin descubrir en él la exigencia a seguirle de cerca, no vive la fe cristiana de manera integral. Sólo el que sigue a Jesús se coloca en la verdadera perspectiva para entender y vivir la experiencia cristiana de forma auténtica.
En el cristianismo actual vivimos una situación paradójica. A la Iglesia no sólo pertenecen los que siguen o intentan seguir a Jesús, sino, además, los que no se preocupan en absoluto de caminar tras sus pasos. Basta estar bautizado y no romper la comunión con la institución, para pertenecer oficialmente a la Iglesia de Jesús, aunque jamás se haya propuesto seguirle.
Lo primero que hemos de escuchar de Jesús en esta Iglesia es su llamada a seguirle sin reservas, liberándonos de ataduras, cobardías y desviaciones que nos impiden caminar tras él. Estos tiempos de crisis pueden ser la mejor oportunidad para corregir el cristianismo y mover a la Iglesia en dirección hacia Jesús.
Hemos de aprender a vivir en nuestras comunidades y grupos cristianos de manera dinámica, con los ojos fijos en él, siguiendo sus pasos y colaborando con él en humanizar la vida. Disfrutaremos de nuestra fe de manera nueva.
Rev D’Angelo Jiménez Bibliografía A Pagola.